miércoles, 12 de noviembre de 2014

Ni Amazon ni nada...

Creo que fue uno de los momentos más felices de mi vida. Recibí la llamada en el trabajo. Una gran editorial se interesaba por mi novela, “El hombre de Grafeneck”, tras quedar la misma bien clasificada en un concurso de novela histórica convocado por ellos. Recuerdo el placer que sentí mientras la entusiasta editora me felicitaba por ello. Ella misma había leído la novela, y lo que es mejor, le había gustado. Me entrevisté con ella personalmente, entusiasmado, y firmé el contrato de edición. La única pega es que la novela vería la luz únicamente en formato digital, en un sello creado por el grupo editorial.

Hubo campaña, por supuesto, patrocinio del club de lectura que se montó en Facebook, y entusiasmo, mucho entusiasmo por todas las partes, pero aquello no terminaba de funcionar. El sistema de compra de los libros era farragoso. Algunos amigos me decían que no habían sido capaces de descargarlo. Otros que no se veía, que los enlaces no conducían a ninguna parte… La gran editorial optó por cambiar de sistema digital, con resultados similares. En dos años apenas he vendido doscientos o trescientos ejemplares. Para mí tenía mucho más valor la profesionalidad y cariño de la persona que me recibió en aquel despacho del Paseo de la Castellana, que había creído en mí y en mi producto, que el resultado final de ventas, que a mi parecer no reflejaba en absoluto la calidad de la novela si la comparaba con otras que vendían más y sin embargo eran peores.

¿En qué radicaba la clave del problema? En que las editoriales se sorprendieron en su momento y no supieron reaccionar al indiscutible liderazgo de Amazon en lo referido a la venta digital. Algunas incluso se rindieron a la influencia del gran gigante, y publicaron en papel libros que ni siquiera se habían tomado la molestia de corregir (cosa que sí hizo, y de forma mucho más que profesional, la editorial que publicó “El hombre de Grafeneck” en su sello). Se ha discutido por activa y por pasiva que el problema de Amazon, líder mundial indiscutible en la venta de libros digitales, es la calidad. Cualquiera puede escribir y editar lo que le venga en gana, sin corregir y sin tomarse la molestia siquiera de comprobar si al menos está bien escrito. Después se anuncia a bombo y platillo entre los amiguetes, cuantos más mejor, se bombardea con publicidad en todas las redes sociales posibles, y ya está. A vender tocan. Pero se sigue cuestionando la calidad. ¿y qué hace Amazon al respecto? Convoca un concurso de novela, respaldado por un periódico de gran tirada y una prestigiosa editorial española. El concurso ya se ha fallado, y hay cinco finalistas. Me he tomado la molestia de leerme las primeras páginas de los cinco libros. Es sencillo, se puede hacer en Amazon.com, pinchando en “look inside”, sobre la portada del libro.

Y ahora es cuando van a comenzar a levantarse unas cuantas ampollas.

De los cinco libros finalistas, uno tiene un lenguaje, un estilo tan engolado y pretencioso que dificulta la lectura de una historia tan farragosa y copiada de la saga del señor de los Anillos que huele de lejos. Otro está mal puntuado y con evidentes faltas de ortografía. Otro tiene errores históricos de bulto y una tendenciosidad tan marcada que se hace insoportable, y el cuarto cuenta una historia con una protagonista tan sectaria y enamorada de sí misma que parece más bien el diario de una frustrada. Sólo uno de ellos se salva, al menos en esas primeras páginas. La historia que cuenta y el personaje que la lleva parecen interesantes. El nivel de este libro es aceptable a priori, pero no comprendo, sinceramente, que los otros cuatro hayan llegado a ser finalistas. Alguien dirá sin duda que esto es un lloriqueo porque mi novela no haya llegado a nada. Me da igual. La mía sin duda es mejor que cualquiera de las cuatro que he comentado.

Lo único que demuestra el resultado del concurso es que en Amazon, como en tantos otros lugares, sigue sin tenerse en cuenta la calidad, pero sí los comentarios de los amiguetes o las cifras de ventas de los libros, para lo cual no es necesario escribir bien, por supuesto, sino ser un experto en márketing viral e invertir un montón de tiempo en las redes.

Conclusión: ni Amazon, ni nada. No hay una vía segura para el que se busca un lugar en la literatura. Nadie está dispuesto a invertir en un valor que no sea seguro, salvo entusiastas personas como la directiva de esa gran editorial que creyó en mi novela y que sin embargo no disponía de un aparato editorial detrás con la funcionalidad que requiere un sello digital para poder competir con el gigante. Recientemente me fue ofrecida de nuevo la oportunidad de publicar mi última novela en digital, y no me quedó más remedio que rechazar la oferta, porque en ese campo Amazon no tiene rivales.

Estoy cansado de intentarlo, pero no me canso de escribir. No voy a colgar más cosas en Amazon, porque a la vista de los resultados del concurso he comprobado que la calidad les importa una auténtica mierda. Felicito a los autores que son capaces de disponer de cientos de comentarios elogiosos hacia sus obras, pero para mí es más importante que alguien me diga, como el editor de esa revista digital que me pide un relato de vez en cuando, que mi novela es una de las mejores que ha leído. Seguiré presentándome a concursos, porque a lo que no estoy dispuesto es a arrojar la toalla mientras veo cómo autores que hoy en día están consagrados en Amazon, son capaces de mentirme descaradamente sobre el argumento de su libro (no, tu novela no es como PERSÉPOLIS. En absoluto. Es un culebrón insoportable y mal escrito) para que lo compre, o solicitarme un comentario elogioso hacia su libro, o, lo que resulta más sangrante, pedirme que lo vote en un determinado concurso. Estoy harto de personas que se dicen “escritores”, pagados de sí mismos, cuando son incapaces de escribir una frase sin una falta de ortografía. Pero venden, y eso les hace pensar que son los reyes del mambo. Parafraseando a Unamuno, “Venderéis, pero no convenceréis”.

De todas formas, lo de no valorar la calidad literaria en España es algo que viene de lejos. Hace poco leí estas frases que parecen de rabiosa actualidad:

Y a la verdad, ¿qué es un literato en España? Una planta exótica a quien ningún árbol presta su sombra, un ave que pasa sin anidar; espíritu sin forma ni color; astro, en fin, desprendido del cielo, en una tierra ingrata que no conoce su valor”. Ramón de Mesonero Romanos

En todas partes es más apreciada la aristocracia del talento. En España no se lee porque no se escribe, y no se escribe porque no se lee”. Mariano José de Larra

La pluma no produce en España nada a nadie. Yo suelo decir que con el dinero que me traen las cuartillas, solo tengo para merendar. Es una cosa muy triste que las letras en este país no le produzcan al que las cultiva lo suficiente para vivir y tenga que estar a la caza de un destino o de un hueco en política en vez de ilustrarse”. Miguel de Unamuno

El fabricante de novelas es, sin duda, y ha sido siempre, un tipo de rincón, agazapado, observador, curioso y tenaz”. Pío Baroja


Pues eso, a seguir en el rincón, agazapado y observando, porque a lo que no estoy dispuesto, ni por lo más remoto, es a dejar de seguir escribiendo. Es lo que me gusta de verdad, y estoy convencido de que alguien se dará cuenta algún día de que no lo hago tan mal.

miércoles, 2 de julio de 2014

Se acabó el recreo

Venga, chicos, que ya se ha acabado la hora del recreo, dejad de jugar de una vez a haceros los importantes, los privilegiados, los que Dios ha elegido para llevar las riendas de la Humanidad. Veeeenga, que ya no queda casi pastel, es hora de volver a clase a hacer los deberes, a arrimar el hombro como todos los demás, a sacrificarse para conseguir sacar las cosas adelante.

Dejaos ya de cachondeo, de despreciar la voluntad luchadora de todo un pueblo mucho más que preparado para poder sacar adelante una nación, de reíros de los sufrimientos a los que vuestra locura y ansia de poder está abocando a una parte de la población cada vez más grande. Sufrimientos que callan, que por pura vergüenza no proclaman a los cuatro vientos, cuando a los que se les debería caer la cara de vergüenza es a vosotros y a los que piensan como vosotros.

Os creéis los amos cuando en realidad seríais incapaces, por vosotros mismos, de sacar adelante cualquier proyecto por simple que fuera. Necesitáis del enchufe del familiar, el amigo de toda la vida o el miembro más influyente de la secta que sea, porque habéis ocupado el cargo, el máximo al que se puede aspirar, directamente, a base de soltar pasta o repartir la influencia de vuestros progenitores. Como mucho, después de “estudiar” un máster en el que se desprecia la experiencia acumulada, en el que se enseña que lo único importante es el máximo beneficio de la empresa al menor coste posible, y en el que el factor humano es el primero a prescindir. Estáis convencidos de que eso es así porque algún iluminado anterior ha decidido que eso sea así, y cobra ingentes cantidades de dinero por impartir sus enseñanzas. Para vosotros, lo caro tiene que ser cierto por fuerza, así que os lanzáis a aprender esas cuatro consignas que hunden empresas en otro tiempo más que rentables.

Os cagáis directamente en la experiencia, en la fuerza del trabajador, en el sacrificio de muchos por llevar a cabo una buena labor, una buena gestión, con el único condicionante de percibir una remuneración económica mucho más que merecida, que se amortiza rápidamente con dos o tres buenas gestiones a lo largo del año. Eso no lo veis, sois incapaces, porque en el máster o en lo que sea no se menciona que la capacidad de trabajo de una persona supera con creces cualquier otro planteamiento, y que si esa persona está contenta con lo que percibe, consumirá, y conseguirá que la rueda siga girando. Eso, con todas vuestras luces, vuestras conferencias, vuestros emblemáticos y exclusivos encuentros en la cumbre, en las fundaciones o en cualquier otro lugar en el que se reúnen otros especímenes como vosotros, no sois capaces de entenderlo, a pesar de su sencillez. En esa rueda estamos todos, y no tiene ningún sentido, ni a largo ni a corto plazo, que una gran parte de la población pierda ilusión, capacidad y poder adquisitivo, porque la rueda se acabará parando, tenedlo por seguro, y todos, TODOS nos hundiremos en la miseria.

Ahora habláis de terminar con el sueldo mínimo, y con la prestación de desempleo. ¿Qué será lo próximo? ¿Qué tipo de casta de empresario pensáis que estáis creando? Por favor, viajad un poco, daos una vuelta por el mundo en general y por Europa en particular. En ningún otro lugar el sueldo mínimo es tan bajo, pero existe. Posiblemente existan muchas personas que abusen de las prestaciones, no digo que no, pero eso también es una consecuencia de la mala política de empleo y de la bajada de sueldos. ¿Para qué trabajar, si voy a ganar lo mismo sin dar un palo al agua? Si los sueldos fueran dignos, y el reconocimiento al que se esfuerza de verdad fuera premiado, la cuestión laboral daría un giro radical, y lo sabéis.


Por favor, dejad de jugar, chicos. Venga, ha llegado la hora de que la gente seria, los profesionales verdaderamente auténticos, los que aman su profesión de verdad, los que saben de lo que hablan y son respetados en su entorno por ello, tomen de nuevo las riendas. Dejad de jugar, y de robar, y de desviar fondos a paraísos fiscales de todo tipo. Y me refiero a cualquiera que piense como vosotros, ya sea miembro de un consejo de administración, dirigente de un sindicato obrero, ex-trabajador buscador compulsivo de subvenciones y ayudas incapaz de dar un palo al agua, alcalde, concejal, o miembro de un partido político, sea del signo que sea. Dejad que los que trabajan, los que aportan, los que pagan religiosamente sus impuestos, sigan haciendo lo que hacen, que es levantar el país, algo para lo que ninguno en absoluto de vosotros está mínimamente preparado.

sábado, 17 de mayo de 2014

Algunas reflexiones relacionadas con el asesinato de León

Con relación a la inmensa polvareda que se ha montado en todas partes por el asesinato a sangre fría de Isabel Carrasco, se me ocurren algunas cosas:
1.- Se achacó en un principio al clima de odio generado contra la clase política. Creo recordar hablando en los informativos en este sentido a Rita Barberá, a Isabel San Sebastián, que insistió en vincularlo con los escraches, a Luis Salom, que culpa a un chiste que publicó El Jueves hace nada menos que dos años… "Este tipo de bromas acaban sembrando odio y, al final, ha pasado lo más grave, un asesinato", dijo el señor Salom.

Ninguno de los mencionados se ha disculpado, ahora que se ha demostrado que el crimen se debe a una venganza personal planeada desde hace dos años. Prácticamente en el momento de conocerse la noticia, ellos soltaron así, sin anestesia, y con la caja de resonancia que suponen los medios para cosas como esta, sus fantasmas personales.

Da la impresión de que no tienen la conciencia demasiado tranquila, de que saben que muy bien no lo están haciendo precisamente, cuando están tan seguros de que se está generando este clima de ODIO contra la clase política. Y puede incluso que sea verdad, que las actuaciones de los últimos años (bastantes años, incluso antes de que volviera a ganar el PP) hayan generado algo de odio, pero lo que han generado, sobre todo, es rabia, impotencia, desesperación ante la corrupción generalizada, ante la impunidad absoluta y vergonzosa de los que se han forrado con nuestro dinero, ante la descarada soberbia de unos políticos que siguen teniendo prebendas y sueldos altísimos cuando la situación no lo permite. Esto genera odio, pero también muchas cosas más, ante la imposibilidad que tiene el ciudadano de a pie de modificar la situación, porque su voto no vale absolutamente para nada. 

¿Se les ha ocurrido pensar a los que nos gobiernan que, posiblemente, para acabar con ese clima de odio, lo más sencillo sería que ellos hicieran bien su trabajo, que castigaran a los corruptos y a los miserables de sus filas, y que se ocuparan de verdad de gobernar de una forma eficaz y honrada?

2.- Ana Samboal, presentadora de Telemadrid, alucina frente a Hermann Tersch y Nicolás Redondo Terreros, y comenta que cada uno de nosotros es responsable de lo que nos está pasando, que hay seis millones de parados y que como ese clima de odio se generalice, adiós muy buenas. Sin comentarios. Una de las cosas que nos están robando precisamente es la de poder hacernos dueños de nuestra propia vida, porque repito, ni siquiera nuestro voto, o la ausencia del mismo, vale absolutamente para nada. Para esta señora no deben existir los miles de personas que han tenido que salir del país a buscarse la vida, ni los miles que saldrán en breve.

3.- Ahora resulta que la bestia negra es Twitter. Señores, por favor, vamos a tener un poco de cabeza. Twitter no tiene nada que ver con los descerebrados absolutos que lo usan. Nadie, ni Twitter ni ninguna otra plataforma, tiene nada que ver, de hecho, con la cantidad de descerebrados que llenan las calles. Pero seamos realistas, por el amor de Dios. No hace falta meterse en Internet para ser consciente de esto. Basta con darse una vuelta por los bares situados en los alrededores de un estadio un día de partido importante, para escuchar verdaderas salvajadas, en primer lugar contra el equipo contrario, pero también contra la mujer en general, contra los inmigrantes, contra la religión o a favor de ella… Señores, su política de educación (la suya y la de todos los gobiernos anteriores al suyo) está produciendo una auténtica plaga de descerebrados, movidos por el odio o por la insensatez, porque son incapaces de pensar de otra manera, con una mente abierta como la que tienen los habitantes de otros muchos lugares del mundo. Existe un artículo en el código penal, que es el 510, “que penaliza la provocación a la discriminación, al odio o a la violencia contra grupos o asociaciones”. No me jodan, señores. Si se aplicara ese artículo con rigor, media España estaría en la cárcel, y la otra media a punto de entrar. Y muchos de los dirigentes políticos que se llevan las manos a la cabeza, escandalizados por el clima de odio que ellos mismos han creado, también.

Ocurre lo de siempre. Los medios, los políticos, las personas comprometidas con cualquier ideología, los descerebrados, los incapaces, los imbéciles de todo rango, los que se creen el ombligo del mundo, los que creen que pueden sacar tajada, económica o de poder, se empeñan, cuando ocurre un hecho tan lamentable como este, de remover la conciencia de los que no tenemos absolutamente nada que ver, ni con lo que se ha hecho ni con lo que se dice. Yo no me siento culpable en absoluto de nada, y ni siquiera pensé en nada cuando me enteré de la noticia. Sospechaba desde el principio que se trataba de algo que llevaba mucho tiempo gestándose, de una venganza personal que nada tiene que ver ni con las afiliaciones de asesinada y asesinas, ni con el clima de crispación, ni con los escraches, ni con ninguna de esas tonterías. Dos personas matan a otra, a tiros, y eso es lo que debería hacernos reflexionar. Todo lo demás son esas gilipolleces con las que quieren calentarnos la cabeza para que votemos en un sentido o en otro y sigamos portándonos como corderos.

Algo muy podrido debe de haber en todo el tinglado que han montado, cuando el que gana las elecciones se alegra, a pesar de saber lo que, hipotéticamente, se le va a venir encima…

domingo, 11 de mayo de 2014

Los hipócritas

Lo primero que piensas al leer el cartelito que porta la mujer de Obama, es que Twitter se va a forrar con esto, de una u otra manera. Hasta la frase está pensada, con el símbolo del hashtag de entrada, para arrasar en esa red social en la que, si no estás, no eres absolutamente nada. “Bring Back our girls”, cuando en realidad debería ser “Bring our girls back”. Lo segundo que te pasa por la cabeza es la parafernalia, el montaje que conlleva realizar una campaña como esa. Los americanos son muy serios para esas cosas, porque saben que hacen mella en las conciencias de todo el mundo. Algún experto en expresiones ha estado varias horas con la señora Obama, cobrando una buena cantidad por ello, asesorándola, para que adopte una expresión “triste, pero con cierta dureza”. Ni siquiera algunas de las fotos de las niñas que circulan por ahí sn auténticas, como puedes leer en este enlace: 

http://www.abc.es/internacional/20140510/abci-fotos-bring-back-girls-201405091921.html 

Lo tercero, piensas en la forma en que algunos, muchos, se subirán al carro. En efecto. Pocas horas después de la fotografía de la señora Obama, aparecen otras personas, actores, actrices, políticos de todo el mundo, con el mismo cartelito en la mano. Algunos pensarán que muy bien, que ya está de nuevo Occidente movilizándose ante una causa justa. Qué orgullo, el de pertenecer al primer mundo, para poder ocuparse de solucionarles la vida a esos pobres tercermundistas que son incapaces de organizarse por sí mismos.

¿Y las niñas? ¿Alguien se ha puesto, de verdad, seriamente, a pensar en esas niñas, absolutamente inocentes? ¿Le importa a alguien, en realidad, lo que pueda sucederles?

La esclavitud está permitida en los países árabes, y consentida por las grandes potencias que dependen del petróleo. Existen más de treinta millones de esclavos en todo el mundo, muchos de ellos niños. Pero no nos engañemos. Muchas de esas niñas, si es que nadie se ocupa de verdad de recuperarlas, algo que parece ya lejano dado el tiempo que ha pasado desde su secuestro, acabarán en Europa, y algunas de ellas en España, en algún polígono industrial, o en la Casa de Campo. En cualquier lugar al que acudan esos enfermos de nuestra sociedad que buscan alivio rápido a sus impulsos sexuales. Acabarán probablemente como Edith Napoleon, la chica que acabó asesinada y descuartizada como un animal, tal y como nos cuenta Lorenzo Silva en esta magnífica entrada:


Asqueado por tanta hipocresía, mezclada con el oportunismo de unos cuantos a los que lo único que les mueve en estos días la conciencia son esas grotescas elecciones europeas que están a punto de celebrarse, cambio de canal, y me encuentro con un reportaje de comercio justo en el que se menciona a los niños esclavos que recolectan cacao en Sierra Leona. Por un sueldo miserable, que apenas les llega para comer, pasan todo el día trabajando, de sol a sol, con la infancia robada para que los niños occidentales disfruten de la suya con un buen vaso de chocolate. La solución a todo esto pasa por comprar cacao de comercio justo. El fina eso está en nuestras manos, como siempre. En lugar de hacer un boicot a nivel institucional a todas las grandes empresas europeas que compran cacao a precios irrisorios, descarguemos el problema en el consumidor, que no se entera de nada. El que quiera estar con su conciencia tranquila, que compre en el comercio justo, a pesar de que eso sea una gota en el océano comparado con los ingentes beneficios que comporta lo otro.

El problema es que, mires donde mires, veas el canal que veas, al final llegas a la conclusión de que el tercer mundo está cada vez más esquilmado, cada vez más explotado por ese hipotético primer mundo al que pertenecemos. Sigue siendo el tercer mundo, y cada día más, pero a algún iluminado, a algún experto en márketing, se le ha ocurrido llamarles “países emergentes”, que suena menos duro. Un entrañable gesto para volver a tranquilizar las conciencias de los que nos importa una mierda ese mundo que parece pertenecer a un planeta diferente al nuestro. ¿Qué más nos da que para fabricar nuestro teléfono móvil se utilice el coltán, que provoca guerras en los países productores al objeto de controlar sus yacimientos? ¿Qué importa que tras ese diamante que con tanto placer exhibe una mujer, haya corrido la sangre de unos cuantos niños guerrilleros? Se trata de África, y lo que ocurra allí, o en la India, o en cualquier otro lugar que no sea nuestro sacrosanto occidente, no nos tiene que importar una mierda.

Vivimos en el momento más floreciente de la información, pero no sabemos, o no queremos, utilizarla de forma adecuada. Podemos seguir perfectamente por Internet el rastro de unas zapatillas deportivas carísimas, hasta llegar a esa fábrica del tercer mundo en el que los niños esclavos las fabrican en condiciones infrahumanas, pero no nos apetece hacerlo. ¿Qué culpa tenemos nosotros de lo que ocurra fuera de nuestras fronteras?

A eso, a no querer ver las cosas, algo en lo que los europeos nos estamos volviendo unos expertos a causa de nuestra cada vez más grande cobardía, se le llama hipocresía.   


jueves, 27 de febrero de 2014

Huellas

La eterna pregunta, a la que nadie, ni persona, ni religión, ni ciencia, ha conseguido dar jamás respuesta. ¿Qué ocurre cuando mueres? ¿Existe el cielo o el infierno? ¿Se libera el espíritu para volar libre por otro espacio y otra dimensión? ¿Te reencarnas, según los actos que hayas hecho en tu vida, en un ente superior o inferior? ¿No ocurre nada, fin y ya está? Clint Eastwood plasmó su idea en “más allá de la vida”, recreando de paso las teorías de la doctora canadiense Elizabeth Kubler Ross. Los que hemos sufrido la pérdida de un ser querido buscamos afanosamente algo a lo que agarrarnos, aunque sea de una forma “cogida por los hilos”, que demuestre que existe algo más allá, que no se acaba todo. Nos resulta triste pensar que cuando la persona a la que amamos se va, se convierte simplemente en polvo.

Al fin y al cabo, nadie sabe lo que ocurre después, porque nadie ha regresado. Hace tiempo mantuve una conversación con alguien que me dijo “convéncete, no hay nada”. Me sorprendió sobre todo la rotundidad de la afirmación. Me lo dijo sin fisuras, sin matices, basando su afirmación en su profunda creencia en lo científico, totalmente desligada de cualquier influencia religiosa. Creía en eso, y se aferraba a ello con convencimiento. ¿Por qué la gente se aferra con uñas y dientes a una idea?, recuerdo que pensé entonces. ¿Qué hay de malo en dudar? Para mí, dudar es creer, y en el caso del tremendo dolor que supone la pérdida de un ser querido, creo incluso que dudar no sólo es sano, sino necesario. No, no me puedo convencer de que no hay nada, a menos que me lo dijera alguien venido del más allá, lo cual ya sería un contrasentido en sí mismo
.
Comienzas a asimilar la pérdida cuando la persona que se ha ido aparece en tus pensamientos o en tus sueños tal y como era antes del final, de la larga enfermedad, o del momento del accidente. Suele pasar un tiempo de más o menos tres meses desde que se va hasta que empiezas a recuperarla de nuevo. Es curioso. Una compañera de trabajo me dijo una vez, tan convencida como la que me dijo que no había nada, que durante un tiempo vagan perdidos en el más allá, desorientados, hasta que su vida pasa ante ellos, rinden cuentas, y se reúnen con parientes y amigos que fallecieron antes que ellos. ¿Tendrá esto algo que ver con lo de los tres meses que, al menos en mi caso, tardé en recuperar a mis seres queridos?

A partir de ese momento los sueñas, los vives, los recuperas tal y como eran, con sus risas, sus alegrías y tristezas, pero también con sus enfados, sus manías y sus cabreos. En más de una ocasión me he despertado al grito de “!Arriba, arriba!” que solía darme mi mujer mientras me quitaba las sábanas para que me levantara de la cama. Hasta ahora pensaba que esto se conseguía por el recuerdo, por una especie de mecanismo de defensa del cerebro, que sustituía las imágenes tristes de los momentos finales y más duros de la pérdida, por los momentos más felices vividos junto al otro. Hasta ahora, digo, porque algo ha cambiado.

El otro día, mi madre tuvo una reacción muy curiosa. “Es el recuerdo”, pensé al principio, pero no, se trataba de algo mucho más profundo. Actuó exactamente igual que mi padre cuando vivía. Era una tontería, algo que mi padre hacía de vez en cuando y que a mí me cabreaba bastante. Sentí exactamente el mismo cabreo. En aquel instante, mi madre era mi padre.

Cuando salí de su casa estuve pensando mucho en ello. Me analicé a mí mismo, y descubrí reacciones instintivas, reflejos, formas de actuar no influenciadas por el recuerdo, sino por mi propia naturaleza. Al principio, cuando falleció mi mujer, me sorprendía a mí mismo pensando, ante determinadas situaciones relacionadas con mi hijo, “¿Qué haría ella en este caso?”, y más de una vez actuaba tal y como lo habría hecho ella. Poco a poco ya no lo pensaba. Era ella, como si al dejarnos hubiera dejado una huella indeleble de sí misma en nosotros.

No se van a ninguna parte. Pasan a formar parte intrínseca de nuestra propia naturaleza. Esa es la conclusión a la que he llegado después de darle vueltas al asunto durante un par de días. Yo soy mi mujer en muchas ocasiones, y ahora empiezo a ser mi padre. No es que le sienta dentro, es que actúo, siento y vivo como él. Los dos forman parte de mí.

Me he remontado incluso más allá en el pasado. La primera experiencia traumática que tuve fue la muerte de mi abuela. Prácticamente la veía todos los días. Ahora que lo pienso, más de una vez he revivido en mí mismo su sentido del humor, su integridad, la fortaleza que tuvo que desarrollar para sacar adelante a sus cinco hijas. En alguna reunión de trabajo me ha salido su tremenda ironía, sin buscarla, sin pensar en ella siquiera. ¿Por qué? Porque forma parte de mí desde que se fue. Leo exactamente igual que mi tía Bebi. Ensimismado, con la mirada clavada en el libro, sin desmayo, concentrado. A todas horas. La recuerdo siempre así, con su libro, pegado a los ojos a causa de una vista que se le había ido mermando probablemente y precisamente por esa afición a la lectura. Y lo hago sin acordarme de ella, simplemente porque mi tía, al fallecer, pasó a formar parte de mí y de todos los que la queríamos. Y lo mismo ocurre con mi tía Isabel, cuya bondad aderezada con explosiones de carácter que te podían dejar clavado en la silla, aparece también de vez en cuando. O mi tía Pura, o mi tío Félix, la abuela Tomasa, el tío Pepe… De todos y cada uno de ellos puedo encontrar, a poco que rebusque un rasgo definitorio de mi personalidad.

No se van. Se quedan con nosotros, en nuestro interior, en nuestra alma, forjando nuestra manera de ser, de pensar, de vivir. Viven en el recuerdo, en las fotografías, en las conversaciones en las que suelen aparecer, pero también en cada una de nuestras reacciones ante la vida. Es su huella lo que nos hace caminar, lo que forja nuestra alma.


Pensadlo. Puede parecer una tontería, un delirio provocado por la pérdida, por supuesto, pero seguro que si escudriñáis un poco en vuestro interior, en vuestro ser más íntimo, descubriréis rasgos, emociones, sentimientos y formas instintivas de actuar que pertenecían a vuestros seres queridos que ya no están.    

lunes, 17 de febrero de 2014

Dos grandes autoras: Antonia J Corrales y Mayte Esteban

El viernes pasado se celebraron en LA LIVRERIA, un lugar que se está convirtiendo por méritos propios en toda una referencia (teatro, coloquios, exposiciones, poesía, libros y una barra para tomar algo mientras te empapas de cultura) situado en la calle Martínez Izquierdo nº 9, muy cerquita de Manuel Becerra, dos eventos entrelazados: la presentación de la novela “Detrás del Cristal”, de Mayte Esteban, y el club de lectura sobre “As de corazones”, de Antonia J. Corrales. Dos ESCRITORAS, así, con mayúsculas, a las que considero amigas, que charlaron largo y tendido no sólo sobre las novelas objeto del debate, sino sobre sus proyectos, sus ilusiones, su forma de hacer, de crear personajes, de entrelazar tramas… Las dos novelas son mucho más que recomendables. Os invito y recomiendo encarecidamente su lectura. No creo que se puedan encuadrar en un génro determinado, por mucho que se empeñen algunos defensores a ultranza de determinados géneros en hacerse con ella. No. Tanto “As de corazones” como “Detrás el cristal” trascienden, por su calidad y su contenido, cualquier clasificación al uso. Son simplemente literatura, con todo lo que comporta esa palabra, y de la buena, de la que te mantiene pegado al libro hasta el final.

No voy a hablar de las dos novelas. Existen otros lugares mucho mejores que yo y más cualificados para reseñar libros. Os recomiendo leerlas, eso sí, pero si queréis más información tendréis que buscarla por vuestra cuenta. Voy a hablar de las personas. 

Conocí a Mayte después de leer “La arena del reloj”, un libro suyo que me marcó. Se lo dije una vez y se lo repito hoy en esta entrada: aquel libro me removió las entrañas hasta el punto de volver a levantarme y empezar de nuevo a vivir con más ganas. Algo así es muy difícil de olvidar. Me encantó el libro, y me encantó ella, su ilusión, su filosofía de vida, su afán por escribir, por transmitir sus emociones, que son muchas, al papel. Se puede decir que Mayte es literatura en estado puro, siempre imaginando, dando vueltas a lo que escribe, perfeccionando un arte que sin duda lleva metido en la sangre.

Otro tanto puedo decir de Antonia J Corrales, aunque a ella la conozco en persona desde hace menos tiempo que a Mayte. Su forma de escribir es contundente, directa, dotada de una gran belleza lingüística, de frases que se te quedan grabadas para siempre en la memoria. Su literatura es como ella. Comprometida, marcada por ese destino siempre incontrolable, y por el amor, que también lo es. “Hay tres cosas que no se pueden controlar: nacer, morir y enamorarse”, dice Antonia.

El viernes acompañamos a dos autoras que hablaban de sus libros, pero había más, mucho más en aquel encuentro. Se vio la ilusión por el trabajo bien hecho, y los sentimientos a flor de piel, la pasión por escribir. Se detectaron la admiración y el respeto, por parte de los lectores, hacia todo aquel que se decide a sentarse un buen día ante una hoja de papel en blanco y se dispone a arrancarse sin compasión un trozo de su alma, porque eso, es, en definitiva, el amor por la literatura. No se está en esto por dinero, o por prestigio. No. Se está por necesidad, porque tanto Mayte como Antonia necesitan exteriorizar toda la grandeza de alma, de imaginación y de pensamiento que llevan en su interior. Ellas son mucho más creíbles que bastantes dinosaurios de la literatura, superventas mundiales, que lo único que hacen es escribir como forma de negocio. Eso no es literatura.

Un placer leerlas, y un lujo inmenso conocerlas en persona. Os invito a disfrutar de su compañía.

Os dejo el enlace de la página de la Livrería, en la que la terremoto Pepa, de “Pepa entre libros” (Pepa, no paras, eres un torbellino de actividad, jajajaja!!) os atenderá con todo el cariño de alguien también enamorado de la cultura y los libros.



Un fuerte abrazo a todos