domingo, 11 de marzo de 2012

Triunfadores

El peor insulto que se le puede dirigir a alguien en EEUU es “perdedor”. Lo escuché el otro día en la radio. Es cierto. En esta vida hay que ser un triunfador, no nos queda otra. Hay que seguir al triunfador, copiarle, intentar ser algún día como él, enfocar todo nuestro esfuerzo a captar algo de esa esencia de triunfador, a barnizar nuestro espíritu con esa pátina dorada que supone el triunfo. Es cierto, tienen razón los americanos. Perdedor es la peor cosa que puede ser una persona. Hay que ser triunfador.
La clave está, por supuesto, en lo que signifique para cada uno la palabra “triunfador”.
Porque para mí, triunfadores no son precisamente los que aparecen en la imagen que encabeza esta entrada. No, ni mucho menos. La he puesto ahí para despistar. Porque para mí, por ejemplo, triunfador es Vicente Ferrer, que dedicó su vida a mejorar la de los más desfavorecidos. Triunfadores son todos los que viven y dejan vivir, los que no ven el mundo como una jungla, sino como un lugar en el que hay sitio para todos. Los que anteponen su ética, sus valores y sus principios, a la mezquina codicia estúpida que no lleva a ningún lado. Los que se fijan en el que tienen al lado y tratan de hacer su vida cada día un poco más agradable. Esos son los auténticos triunfadores, y no los vais a encontrar en “Forbes”, ni en “Hola”, ni en “Gran Hermano”, ni tan siquiera en el “Pronto”, porque son personas que triunfan en el anonimato, y es muy difícil llegar a ellas a menos que estés dispuesto a descubrirlas.
Triunfador es MP, compañero de colegio recuperado, emprendedor y amante de su familia, que va a montar un tinglado en Colombia echándole un par de narices con los tiempos que corren. Triunfadores son también AO, RN, AM y algunos otros, compañeros de colegio recuperados, con criterio e inquietudes, artistas, buenas personas y amigos de sus amigos. Triunfadora es MC, ex compañera de empresa que siempre tenía una palabra amable y un rato para dedicarte si tenías algún problema, que salió de la empresa por culpa de esta puñetera crisis y al poco tiempo tuvo que enfrentarse al fallecimiento de su madre, y aún así, el día que la vi, me dedico la sonrisa de siempre y paseaba entre sus familiares para infundirles parte de su gran fuerza. Triunfadora es PF, que te recibe con una sonrisa cuando te mereces y con un palo a punto cuando te ve renquear, pero siempre con la palabra adecuada. Triunfadores son todos los zumbad@s del grupo “AMQL”, de FB, que te reciben con una sonrisa y mantienen una alegría difícil de encontrar hoy en día, que ríen cuando hay que reír y lloran cuando hay que llorar. Triunfadores son MZ y M, que han superado una prueba difícil con coraje y sin perder la alegría, con inquietudes escritoras por parte de MZ que te ponen el corazón en un puño. Triunfadora es PG, que te despierta cada mañana con un desayuno y un jugoso apunte cultural que te alegra el día. Triunfador es JCM, de Burgos, que a pesar de quedarse en paro hace tiempo, ha afrontado el problema con valentía, reciclándose y haciendo cursos que le puedan ayudar en el futuro mientras saca adelante a su familia con la ayuda de A, otra triunfadora ante la que hay que quitarse el sombrero. Triunfador es JLJ, que a sus 84 años está disfrutando como un niño con zapatos nuevos de un ordenador que funciona casi a pedales, metiendo todas sus memorias que algún día nos sorprenderán a todos. Triunfadores son C y P, luchadores y encantadores a pesar de la esclerosis múltiple que aqueja a P desde tiempo inmemorial (gran amante del buen jazz, por cierto). Triunfadora es LC, gran curiosa e inoculadora de ese vicio por conocer siempre cosas que nos afecta a toda la familia. Triunfadora es LJ, excelente persona, con un corazón más grande que ella, siempre alegre, siempre atenta, siempre dispuesta a dejarse la piel por la familia. Triunfador es JLJ, que a pesar de ser ejecutivo en una gran compañía antepone el bienestar de sus empleados al suyo, que se está dejando la piel para conservar a su plantilla. Triunfadora es BM, gran escritora y mejor persona, que pasó por una dura prueba hace un tiempo al perder al sostén de su vida, su marido, y sin embargo siguió adelante y está pronta a convertirse en una gran referencia de la literatura. Triunfadora es MJ, que con la carga familiar que tiene, el trabajo y todo lo demás, conserva intacta la ilusión por la escritura, cosa que cada vez domina mejor, y que tiene un magnífico blog cuya última entrada, "Duelo de titanes", merece ser visitada. Triunfadora es ME, que desde su más íntimo ser ha escrito un monumental homenaje a la vida y a la obra de su padre, alcarreño de alma, que nos dejó también. Triunfadora es M, la chica que conduce el primer autobús del día de la línea 120, el que cogen los rostros grises y apagados que se alegran cuando ella te saluda, día tras día, esté como esté su estado de ánimo, con ese “!!Buenos días!!" Cantado, y esa sonrisa luminosa, que se te mete en el alma y te convierte en buena persona para todo el día. Triunfador es JS, médico de planta en un hospital de niños, que salta de alegría cuando uno de ellos se ríe, y se tiene que ir a llorar a un rincón cuando alguno está triste.
Y triunfadora, por supuesto, es ella, Pilar, la más triunfadora de todas, a la que tres días antes de irse, me la encontré sentada al borde de la cama de una paciente joven a la que le habían hecho una liposucción, que se había sumido en una depresión. Pilar había tomado las manos de ella entre las suyas, y le decía “te vas a poner bien, ya lo verás, eso no es nada”, decía ella, ya lo veis. Pilar, fuerte, con una fortaleza que a veces daba miedo, viajera, curiosa, con criterio, alegre, siempre con una palabra amable, siempre empeñada en alegrar la vida de los que tenía alrededor, inteligente, soberbia como madre y como esposa, soberbia como persona, soberbia como alma. Pilar, cuyo lema era “mientras haya música, yo bailaré”, y que estuvo bailando hasta el último momento y, lo que es más de agradecer, sigue bailando ahora esté dónde esté, nos hizo bailar a todos, y nos hace seguir bailando día a día.
A ella, a los que nombro en esta entrada, y a otros muchos triunfadores que se me quedan en el tintero por motivos de espacio, es a los que yo sigo. Esas vidas son las que me importan, esas vidas son las que me sirven de experiencia, esas vidas son, en definitiva, las que me hacen descubrir las cosas realmente importantes de la vida, las que me hacen vivir, que es de lo que se trata.
Que cada uno mire a su alrededor, pero no en las revistas, ni en los programas del corazón, ni en los reality shows (¡!sobre todo en los reality shows, por Dios!!), ni en el cine, ni en nada de eso. Eso no son más que accesorios para el entretenimiento. No, no miréis ahí. Mirad alrededor, en vuestra casa, en vuestro entorno, en vuestro trabajo. De vez en cuando, mirad a esa cajera, a ese cartero, a ese barrendero con el que os cruzáis todos los días y del que no sabéis nada.
Seguro que encontráis, a poco que os fijéis, muchos triunfadores en los que fijaros.

domingo, 4 de marzo de 2012

Elling


Hace tiempo que aprendí algo que me ayuda mucho en esta afición a la literatura, al cine, al teatro: a no fiarme de las apariencias. En absoluto. La carrera del lector o espectador es ardua, dura, complicada. A veces desasosegante, otras veces agradecida, pero nunca, nunca jamás, debe de estar condicionada por las apariencias, por las críticas, por lo que nos digan los medios. No, amigos, lo siento, la capacidad de descubrir joyas, ese libro que te conmueve el alma hasta dejarte sin habla durante varias horas, esa obra de teatro que te pone la carne de gallina cuando menos te lo esperas, esa película de la que sales con lágrimas en los ojos o la mandíbula dolorida de tanto reír, se la tiene que currar uno mismo, zambullirse de lleno en ella, sin tener en cuenta críticas, apariencias o cualquier otra consideración, como la fama o la parición en revistas. Los críticos profesionales han perdido la capacidad de emocionarse ante algo desde el mismo momento en que se han hecho profesionales, y sus críticas y comentarios valen, por supuesto, pero están influenciadas por compromisos, intereses u otros elementos que nada tienen que ver con el mero disfrute de una obra, simplemente porque ya no tienen esa capacidad. Salvo honrosas excepciones, por supuesto.
¿Y a qué viene todo este discurso? Mirad la fotografía de los personajes durante un momento, por favor. ¿Cabe algo más patético? Aparentemente, Elling es un dislate, un par de “zumbaos” declamando, y posiblemente, gritando incoherencias en el escenario, pensarán muchos. Yo mismo esta tarde proclamaba en una conversación en FB, poco antes de ir al teatro, que iba a ver “a unos zumbaos”, así, literalmente. Elling jamás se hará famosa, jamás saldrá anunciada en ninguna revista que no sea de puro teatro, de las pocas que hay.
Sin embargo, y a pesar de las premisas, había algo que me llamaba la atención de la obra desde el momento que se estrenó, y ese algo es alguien, Carmelo Gómez, del que ya he dicho varias veces que para mi gusto es, con el permiso de Rafael Alvarez, “El brujo”, el mejor actor español de todos los tiempos. ¿Se iba a prestar Carmelo Gómez a interpretar un papel de loco así, sin más? No podía ser, así que me he zambullido, sin red y sin protección, en Elling.
Y os aseguro, amigo, que hacía mucho tiempo que no he disfrutado tanto de una obra de teatro.
Elling procede de la película del mismo nombre de Peter Naess, rodada en el 2001, y procedente a su vez de la tercera parte, titulada “Hermanos de sangre”, de una tetralogía del autor noruego Ingvar Ambjomsen. David Serrano hace una adaptación, que cae en manos de Carmelo Gómez cuando este está finalizando “Días de vino y rosas”, y el actor convence a Javier Gutierrez para embarcarse en la aventura. Estos datos los he sacado de la página oficial de Elling, que os invito a visitar.
No quise leer ninguna crítica, ni siquiera el argumento. Algo me hacía presentir que la obra no me iba a defraudar, como así ha sido. El planteamiento es sencillo: dos pacientes de un manicomio lo abandonan para empezar la vida en el exterior por sí mismos. El erotómano Kjel (impresionante Javier Gutiérrez), al que lo único que parece interesarle en esta vida es encontrar a una mujer con la que acostarse, se une a Elling, Carmelo Gómez, para salir al mundo exterior, después de pasar un par de años juntos en la institución. A Elling le cuesta desprenderse de la pesada influencia de su madre muerta, a la que no puede dejar de invocar cuando algún acontecimiento le supera.
Esta es la base, el punto de partida, la premisa sobre la cual se desarrolla una obra aparentemente surrealista, de esas que, cuando se abre el telón, más de uno murmura “bueeeeeno…Otra gilipollez de gritos y tonterías”, y no es eso, nada de eso. Ni mucho menos.
Elling es la actuación en estado puro. Elling es esbozar una sonrisa al salir, con el espíritu satisfecho por haber contemplado algo grande, muy grande, la esencia del oficio de Actor así, con mayúscula. Es una obra de las que hacen afición, de las que no te duele haberte gastado el dinero para verla, de las que piensas que de habértela perdido, hubieras cometido una especie de sacrilegio. Es una de esas obras en las que sales del teatro y te dan ganas de bajar corriendo por la calle, gritando su grandeza para que nadie se la pierda. ¿No os duele a veces no poder compartir algo bueno con el mayor número posible de personas? Pues ese sentimiento es el que me ha llevado, esta noche, a colocar esta entrada.
La enormidad interpretativa de los dos gigantes, convierte en pequeño el escenario. De los cuatro, en realidad. Chema Adeva y Rebeca Montero, que interpretan varios papeles, son también magníficos actores, así como el pianista Mikhail Studyenov, que a medida que transcurre el drama va tomando cierta preponderancia.
Jamás había escuchado al final, soberbio final, poético y entrañable final, de los que ponen la carne de gallina, exclamaciones de placer y emoción de los espectadores como las que he escuchado esta tarde, incluso antes de que se apagaran las luces por última vez. Jamás me había reído tanto en un momento, y emocionado en el momento siguiente. Elling está llena de matices, de giros, de momentos que te mantienen en vilo, con la atención siempre atenta, durante toda la función.
A veces me siento triste por este vicio mío de no dejarme llevar por las apariencias, y de zambullirme sin red en todo proyecto, ya sea literario, cinematográfico o teatral, que despierte mi interés. En esta ocasión, sin embargo, me siento orgulloso de esa manía mía, porque he salido con la impresión, con la certeza más bien, de que he asistido a algo grande, muy grande.
Amigos, no os dejéis llevar por las apariencias, nunca. Que ni siquiera esta entrada influencie vuestro ánimo, pero eso sí, os animo a descubrir Elling, porque creo que no os defraudará.
Un fuerte abrazo a todos.